lunes, 8 de septiembre de 2008

DR. MANUEL MORA SERRANO


El autor de Goeíza, frente a su vieja máquina de escribir.

MANUEL MORA SERRANO:
Mitología de la ciguapa
Por Bruno Rosario Candelier
Para COLOQUIO
Sábado 28 de octubre de 1989
La ciguapa se incorpora a la literatura dominicana en la obra de Angulo Guridi. Unos consideran que el “personaje” no es indígena. Otros creen que es un mito criollo, híbrido, producto de la imaginación insular. De todos modos la ciguapa constituye una leyenda de poesía.
Apasionado por la cultura literaria, cultor ferviente de nuestros mitos y leyendas y explorador incansable de nuestros temas autóctonos, Manuel Mora Serrano ha estado trabajando a favor del desarrollo cultural del país. Con su labor de difusión y creación ha impulsado nuestros valores nacionales curcuteando sus raíces escondidas, desentrañando sus rasgos típicos, rescatando tradiciones, leyendas y mitos criollos, como las Indias de los Charcos y el mito de la Ciguapa.
UN AMOR entrañable por su tierra y su pueblo se manifiesta en su producción literaria. En SINFONÍA SALVAJE se muestra convencido de que “la ciudad futura espera nuestra voz” y que es saludable oír la “canción que cantan los seres que custodian el silencio”. En MUJER NEGRA estima que la mujer criolla es “la paz ansiada de la patria por cuanto sepultura es de toda angustia”. A su través escuchamos “los antiguos tambores” de nuestros antepasados africanos, y ella hizo posible la libertad “que aprendí en mis correrías de cimarrón”. En “Arpegio mágico” percibe la “melodía de los cocoteros”, y, de nuestro paisaje, “el rostro sangriento de las amapolas”. De los mulatos aprecia “el esplendor moreno de los rostros” y su fuerza y sabiduría para amar, como canta en “Génesis de los mulatos” en sus “Tonadas” capta la soledad del camino real repleto de silencios y esperas centenarias, y en “Sinfonía de primavera”, la certeza de que “nada hay en el mundo que no sea cómplice secreto del amor”.
Esas y otras expresiones forman parte del talante lírico de un escritor que traduce su vocación creadora en poemas, narraciones y estudios literarios. Para Mora Serrano la poesía era su “amada ineludible”, pero después se desentendió de ella y fue atrapado por la “garra” subyugante de la novelación en cuyos dominios ha articulado su apelación telúrica, la savia nutricia de la cultura viva del pueblo y el aliento trágico de los clásicos grecolatinos.
A Mora Serrano se debió el fenómeno de que en Pimentel la literatura haya sido algo significativo. Nació en aquella singular aldea en 1933 y fundó con Francisco Nolasco Cordero y Elpidio Guillén Peña la Sociedad Literaria “Amidverza” en 1961, y en 1963 creó, con manifiesto y todo, el Suprabismo, y desde entonces se han celebrado allí coloquios, conferencias y un ritual literario al que llama “Misa lírica profana” al modo postumista.
En ese regazo del Interior realizó el Grupo Literario del Cibao muchos de sus encuentros y tertulias; allí tuvo lugar el parto múltiple de poetas y narradores y allí concibió Mora Serrano JUEGO DE DOMINÓ (1973), GOEÍZA (1980) Y DECIR SAMÁN (1983), siendo conquistado por el tema de la ciguapa cuando escribió sobre el más fabuloso de los engendros criollos en 1975.
La CIGUAPA, como creatura de la imaginación insular, ha gozado de la atención de nuestros narradores. Conocemos La ciguapa, de Javier Angulo Guridi, publicada en 1875; “La ciguapa, leyenda indígena”, de Ricardo Sánchez Lustrino, de 1912; “la ciguapa”, en Indios, de Juan Bosch, en 1935; la relación de la ciguapa en Guazábara, de Alfredo Fernández Simó, de 1958; “La muerte de la ciguapa”, de Cayo Claudio Espinal, de 1972; “Ciguapapoesía”, poema de Orlando Morel, de 1977; “La ardiente pasión de la ciguapa”, en Goeíza, de Manuel Mora Serrano, en 1980; “El misterio” de la ciguapa, en Los Carpinteros, de Joaquín Balaguer, de 1984; y la creación de la ciguapa, en El reino de Mandinga, de Ricardo Rivera Aybar, de 1987.
De todos los autores citados, quien ha hecho una verdadera mitología de la ciguapa ha sido Manuel Mora Serrano, como se aprecia en Goeíza (Santo Domingo, Taller, 1980), galardonada con el Premio Siboney en 1979. Esa amplia novelación sobre ese mito criollo fue precedido por un trabajo de investigación que realizara el propio Mora Serrano y que dictara en conferencia en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra en 1973, texto que publicó con el título de “INDIAS, VIEN-VIENES Y CIGUAPAS” la Revista Eme-Eme Nº 19, correspondiente a julio-agosto de 1975.
Lo primero que llama la atención en Goeíza es su título, palabra indígena que deslumbró al autor cuando la leyó en la Relación de Pané y que un narrador de la talla de Juan Bosch había empleado en Indios, su segundo texto narrativo. Naturalmente,el sentido que tiene el término “goeíza” en la novela mágico-realista de Mora Serrano es muy distinto al original, pues en esta novela significa UNA PEREGRINACIÓN EN BUSCA DE LO MARAVILLOSO, con sus reglas y sus pruebas para el protagonista, con sus aventuras y peligros para los actantes, con las pasiones de sus personajes.
El autor de esta novela es un enamorado de las tradiciones nacionales, un curioso indagador de nuestras leyendas y creencias y como acucioso investigador que anda por campos y aldeas en busca del dato revelador de las tradiciones vivas y de los mitos criollos, llegó a concebir un proyecto narrativo basado en nuestras leyendas y fábulas y acudió a la rica cantera de la fantasía popular para asimilar su sabiduría tradicional y nutrir esta novela de la sustancia necesaria en la cual ciguapas vivas y bellas conforman el alma de la sociedad utópica en ella representada:
“Cuando lleguen a la loma de las ciguapas, frente a ella hay un río grande, que si bien no es hondo, tiene charcos profundos; tan pronto oigan los jupidos y vean que se reúnen jupeando, ustedes van derechito a una piedra grande, lisa, que parece una mesa grande y alta, allí asan carne de cerdo, los muslos sobre todo, que tengan su grasa y entonces, muestran este azabache que ella mandó cuando nació Néstor y que ustedes usaron cuando chiquitos.
Otra cosa, no se burlen nunca de una ciguapa: son sensibles, mucho más sensibles que las demás gentes. Son mujeres, mujeres que andan desnudas, cubiertas sus formas por cabelleras largas: no sientan temor si las ven con los pelos alborotados; muchas no se peinan y andan con los cabellos erizados y revueltos como si fueran behucos, pero eso es sólo apariencia; son buenas, ingenuas y amistosas. Ya verán. No hay nada más gentil que una ciguapa sobre la tierra” (Goeíza, p. 123).
Y como las novelas primitivas y tradicionales, las aventuras y las pasiones humanas forman parte importante en la historia que anima la narración con la particularidad de que son los propios personajes los que cuentan sus peripecias y acontecimientos, escenificados sin intervención directa del narrador. Se trata de una técnica narrativa que el propio autor denominó “narración escénica”, consistente en la narración de historias concatenadas por medio de cuadros o escenas en las que se mueven y hablan los personajes sin intervención directa del narrador. Como esta novela conjuga
Las técnicas del novelar con las del drama para lograr esa fusión que caracterizó a la novela dialogada del siglo XVIII, no solo apreciamos el influjo, positivo y bien asimilado, de la novela tradicional y la moderna, sino también el de los clásicos griegos, como Homero y Eurípides, y el de los narradores dominicanos establecidos, como Manuel de Jesús Galván, Juan Bosch y Marcio Veloz Maggiolo.
Hay una frase clave en la cosmovisión de los personajes y en el núcleo conceptual de las ideas que informan al novelar goeciano, y es esta: “Increíbles son las cosas que acontecen a los hombres mientras viven”. Es la frase que inicia y termina la novela, y que el narrador la pone en boca de Vitelio Aldebarán en el dialogo con su hermano Torencio para advertirle que la venganza, motor del relato, es funesta, como efectivamente se aprecia al final de la novela, que concluye con la misma frase puesta en boca de Venerando
Simons, al momento en que parece, previo a la desaparición o destrucción de los demás. La venganza se hizo inevitable y destructora; la muerte de Néstor conmueve a todos y, por vengarlo, el pueblo sucumbe. Era un pueblo formado por descendientes de ciguapas, y al hacer lo que no debían, desaparecen de la sociedad ficticia, y los que no mueren van a parar a la sociedad utópica, la única de ese tipo que ha creado nuestra novelística, hecha con coherencia y elaborada con elementos maravillosos de tal forma que ese solo rasgo le asigna
A esta novela un puesto significativo en la narrativa dominicana del siglo XX.
Pues bien, cuando Plinio vivió la Jocunda pasión de los mortales y advirtió que fue capaz de provocarla en una ciguapa bella y arisca, sin sintió abrasado por el fuego subyugante de la emoción rotunda, y entonces él mismo procede a describirla después que yació con Aurelia la ciguapa:
“Aurelia, la bella ciguapa, lloraba. No se había dado cuenta de estaba tras ella y yo contemplaba extasiado la deformidad armoniosa de sus miembros, sus piernas sobrecartadas, sus bellos pies volteados, su cabellera lacia y como estaba casi de perfil, miraba su rostro de mulata, su nariz respingada ligeramente, sus labios carnosos, su tez mate, tersa y fina y sus cejas arqueadas. Todo lo demás quedaba cubierto por la profusa cabellera. Respirando angustias, deseos y amor, le dije: Aurelia, flor de Soledades, ciguapa mía, culminación calida de la belleza, estoy abrasado de fuego también por ti y la pasión me consume. Entonces sus mejillas de encendieron, la sonrisa asomó a sus labios y mirándome estremecida me dijo:
No te burles de mí. Ningún hombre debe burlarse de provocar ardores.
Salvaje y solitaria soy, pero hija de hombre soy, aunque me veas ciguapa” (Goeíza, p 220).
En la sociedad ficticia los Aldebarán constituyente una familia campesina de principios de siglo en una comarca de la región nordeste del país, y el hijo mimado de esa familia fue victima de los celos de un compueblano suyo. Su muerte y su posterior venganza sirven de pretexto para las ocurrencias que animan la narración y para tejer la Goeíza o búsqueda de la pruebas (el peine de oro de las indias de los Charcos; la piel de un jabalí, salvaje; una ciguapa
Viva; la piedra preciosa ubicada debajo de la lengua de grandes culebras; captura de Ulises Encarnación el asesino de Néstor en cuyo honor se hacía la Goeíza). La obtención de dichas pruebas tenían sus respectivas recompensas, y su realización constituye un atractivo no sólo para los lectores cuya incitación logra el narrador mediante los ágiles y oportunos relatos.
En la novela se narran encuentros con temibles verracos, contrapuestos a hermosos pasajes llenos de sensualidad, como el que protagonizan Verenia Simons y Diómedes Aldebarán; la actuación intrépida de audaces monteros; la relación de leyendas increíbles; la participación de extrañas y apasionantes ciguapas con sus jupidos típicos. Veamos como nos describe ese raro engendro de la imaginación popular el narrador que se oculta en la voz de los personajes.
“Tan pronto llegaron y asentaron sus pies volteados en la tierra, vimos que realmente estaban desnudas, pero tan perfectamente vestidas por sus cabellos, que ninguna parte secreta era visible. Sin torpezas caminaron, pero entonces, la bellísima mira a Plinio fijamente y de su cuerpo empezó a brotar un calor tan potente, que sus compañeras se resistieron; sus bellos y grandes ojos miraron extasiados y empezó a caminar hacia atrás, y luego, avergonzada por el humo que de su cuerpo ascendía, se arrojo al rió” (Goeíza, p 218)
Hay asimismo la descripción de la vida idílica que se desenvuelve en le mundo de las ciguapas, que viven en paz en la soledad de las montañas, trabajando y cantando bellísimos areítos, mientras que los ejecutantes de la Goeíza van cumpliendo lo que le pedían en sus pruebas, mereciendo, en cada caso, la recompensa estatuida. En el proceso del novelar, que se va desarrollando según el acontecer de los hechos aparecen lugares encantados, creencias mágicas sucesos fantásticos, juntos a caminos accidentados y riesgos.
El mundo de las ciguapas constituye la sociedad utópica, o mítica, un lugar maravilloso creado por la fabulación del autor y que constituye una hermosa propuesta fictiva donde tiene cabida la felicidad y la liberación, en contraposición al mundo egoísta, degradante y despiadado en que conviven los hombres y las mujeres de la sociedad ficticia. De manera que en el mundo imaginario plasmado en esta novela hay dos planos perfectamente diferenciables: el formado por la sociedad utópica. En el de la sociedad ficticia viven los descendientes de las ciguapas, que procrean con el concurso de hombres normales; en la sociedad utópica se halla el reino de las ciguapas, en las distantes y misteriosas montañas de la región samananense. Con la destrucción de la sociedad ficticia termina la novela, y los sobrevivientes va a vivir a ese reino fabuloso de las montañas, donde conviven armoniosamente ciguapos y ciguapas.
Empero, si la ciguapa se enamora y copuló con un hombre normal, pierde su condición de ciguapa, como le pasó a Aurelia cuando se ayuntó con Plinio. Pero mientras son ciguapas, viven una plácida vida en montes y serranías: “Luego tuvimos que recuperar fuerzas y nos entretuvimos con los ciguapos que son muy amables y amistosos, pescando y cazando y ayudábamos a las mujeres a Guayas la yuca para hacer casabe. Bailábamos y cantábamos areítos bellísimos que sabía Aurelia. Las ciguapas son muy festivas y alegres y salíamos de noche en tropel por los caminos solitarios y llegábamos a fincas donde pastaban caballos. ¡Que hermosos son estos y que agradable es cabalgarlos! Ellas se entretenían corriendo entre los motes hasta que se cansaban y los dejaban sudados; algunas entretejían criznejas en rabos y crines; comíamos frutas, guineos maduros y piñas silvestres, guayabas y pomarrosas, y nos entreteníamos jugando a la pelota, riéndonos al verlos correr con tanta dificultad tras las bolas, que eran naranjas maduras pequeñas” (Goeíza,228)
La sociedad ficticia la conforman hombres y mujeres simples, con las ataduras culturales y las limitaciones materiales propias de una sociedad atrasada y tradicionalista. Es una aldea de campesinos cazadores y pescadores, aventureros y guerreros, en la que el hombre ha de ser valiente y trabajador, y la mujer tierna y sumisa a los designios del marido, y ambos, leales al mandado del amor. En esta sociedad vive un viejo maestro confinado por problemas políticos con Macabón, el cacique local al mando de la zona, y en aquel ambiente rústico de iletrados, simón Rymer, el respetado maestro, les habla a los jóvenes de clásicos griegos y de buenos libros para despertarles la pasión por la lectura de los buenos autores, pero se nota en ello la inclinación del autor con lo que el pasaje pierde verismo y credibilidad.
Con su estrategia narrativa. Mora Serrano sigue a su modo la estructura de la Comedia Nueva. En esta novela se hallan muchos de los recursos conocidos desde los tiempos griegos, como juramentos, votos, compromisos, testigos, ordalías, y estas se ejecutan de diversas maneras, como ocurre en Dickens, según el análisis que a su obra hace Norhrop Frey en La estructura inflexible de la obra literaria (Madrid, Taurus, 1973, p.293.) Otros atributos propios de la comedia Nueva registrables en Goeíza son la celebración de varios casamientos, el disfrute y el derroche de viandas y bebida, el irrespeto a la verosimilitud, la aparición de personajes humorísticos y el triunfo de Eros, y casi todos estos hechos acontecen como distensión dentro de las relaciones y ocurrencias de aventuras y relatos fantásticos que sostienen la estructura de la novelación.
Con estilo que procura deleitar con expresiones sensoriales e imágenes impresionantes por su vitalidad y musicalidad, Goeíza encanta además por sus leyendas vivas, por la reconstrucción del mito, por la congruencia del mundo mágico de las ciguapas, por el aliento épico de sus relatos, por el eco lírico de sus descripciones. Goeíza es la revelación de un extraño mundo quimérico elaborado con los materiales y los motivos del mito criollo y las leyendas locales en un texto que conforma una auténtica mitología insular.

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