lunes, 29 de septiembre de 2008

MANUEL MORA SERRANO en su 75 aniversario


75 años Manuel Mora Serrano

Luis Beiro - 9/6/2008

(En la foto: Alejandro Paulino, Edwin Disla, Manolito Mora Serrano y Miguel Holguín-Veras (q.e.d), mientras compartían después de la puesta en circulación del Diccionario del folklore y la cultura dominicana, en septiembre del 2005).

SU VALOR COMO ESCRITOR ESTÁ TANTO DENTRO COMO FUERA DE SU OBRA

(En Don Manuel Mora Serrano -Manolito-, se sintetiza una parte de la historia de la literatura de la República Dominicana. Por esa razón, Historiadoresdominicanos difunde complacido el trabajo que sobre Mora Serrano publicara el trabajador de la cultura Luis Beiro, en el Listín Diario. Alejandro Paulino Ramos).

SANTO DOMINGO.- Le gusta el vino oscuro y el wisky “claro”, como a Ernest Hemingway. Pero a diferencia del autor de “El viejo y el mar”, él bebe frente a sus amigos, haciendo cuentos de otredad e invocando la belleza a través del mejor exponente que existe: el rostro y el cuerpo de la mujer.

No anda en grupos, ni pertenece a peñas ni a cenáculos, pero es aplaudido y celebrado por todos los grupos y peñas. No tiene alma de marinero, pero le gusta recorrer (aún a sus 75 años) los campos y ciudades de la patria en busca de autores, personajes e historias, para luego trascenderlos en su palabra ejemplar.

Si alguien sabe en este país quién es quién, así como el valor que porta cada escritor del otro lado de su sombra, ese es Manuel Mora Serrano, un hombre poblado de sabiduría y humildad, quien por esta fecha arriba a sus 75 cumpleaños, luchando contra viento y marea para sacar a la luz pública a nuestros auténticos valores.

El personaje:

Su sentido del humor es amplio y contagioso. Extrae de su memoria las mejores ocurrencias y anécdotas como lo haría con su espada un diestro espadachín. No tiene preferencias para usarlo, tanto en los buenos como en los malos momentos. Compartir con él experiencias, aventuras y proezas culturales es un privilegio para los que buscan en los hombres el brillo incandescente de sus ojos.

Manuel Mora Serrano se ha dado a querer y a respetar en un medio tan controversial como el literario, gracias a su transparencia y a su firmeza de carácter. No posee la supuesta habilidad de caer simpático o de hacer “favores”, de manera gratuita. Mora Serrano trasciende porque jamás se ha involucrado en “chismes” ni en conspiraciones gratuitas, ni mucho menos, a “saldar cuentas” contra nadie. Por el contrario, a quienes le desean mal, sólo espera que la vida le de la oportunidad para hacerles un favor. Es, al decir de su gran amigo Arquímides Durán, ese majestuoso caballero que un día llegó de Pimentel, creyendo que el mundo era una fábula magnífica que podía ser vivida por todos y por todas con gran intensidad sin mirar las marcas y los tenues embates del amanecer cayendo como mole homicida sobre sus espaldas quemadas por el sol.

Y con su fe en el valor de la palabra y en el valor de la mirada de los hombres, se hizo abogado e impartió justicia en una buena parte de su amada región cibaeña, y donde también se había enrolado con gentes llenas de talento y de amor por las letras para fundar grupos culturales que todavía hoy son ejemplo de creatividad y crecimiento espiritual.

El escritor:

Padre ejemplar y amigo sincero, bajo la firma de Manuel Mora Serrano han aparecido algunas de las mejores páginas del siglo XX dominicano. Junto a la belleza estética de sus escritos sobresale también la profundidad de sus ideas y el instinto de rescatar la obra ajena, aquella que por diversas causas no pudo salir a la luz pública en su momento con toda su fuerza y su valor estético. Desde juventud escribió poesía, pero prefirió la narrativa, género donde ha dejado novelas y relatos que lo inmortalizan.

Mora Serrano dedicó 30 años de su vida a dejar constancia de su pensamiento literario en diversos periódicos y revistas nacionales. Su muy leída columna “Revelaciones”, un modelo muy difícil de superar, también recogía la crítica y la investigación como modelos a seguir.

Memorias:

Un hombre que a pesar de sus dimensiones literarias y humanas permanece en bajo perfil no puede dejar de ser motivo de interés para los que buscan una historia distinta en tiempos donde imperan la vanidad y el ansia insaciable de reconocimiento.

Manuel Mora Serrano es un “hombre de a pie”, pero mucho cuidado con mezclar letargo con juntura: cuando llega a cualquier sitio hay que “sacarle su comida” porque se vuelve el centro del mundo y no precisamente por el tono de su voz, sino por el aire de su historia. Alberto Peña Lebrón, y Cayo Claudio Espinal son, entre otros, algunos de sus buenos amigos de hoy de esos que guarda en un lugar muy especial de su afecto y a quienes acude en sus momentos de mayor urgencia vivencial.

Llegar a los 75 años con la frente en alto y la razón prendida de azahares es sólo dado a los que saben sostenerse, tanto en los bosques como en los mares.

Pero si también, el portador de esa efeméride cumple con una obra literaria nutrida de arpegios luminosos, el aplauso que merece es mucho mayor.

Mucho necesitan nuestras letras del retorno a los tiempos de la primera juventud de Manolo, cuando recorrer el país en busca de nuevos autores y aventuras era un sagrado instinto de creatividad.

Ojalá que nuestras nuevas generaciones comprendan la importancia del “turismo literario” de carácter interno y de la apertura de nuevos auditorios y espacios para la creación. Mucha falta que nos hace.

HISTORIA

Su vida:

Nació en Pimentel, el 5 de diciembre de 1933. Hijo de Manuel Mora Jiménez y María Ofelia Serrano. Cursó sus estudios primarios en su pueblo natal y los secundarios en Santiago de los Caballeros y en San Francisco de Macorís. Se graduó de abogado en la Universidad de Santo Domingo en 1956, profesión que ha ejercido durante muchos años. Entre 1958- 59 se desempeñó como Fiscalizador de los Juzgados de Paz de Pimentel, Mao y Villa Altagracia; en 1960 como Juez de Paz en Pimentel y en 1961-63 como Juez de Instrucción de San Pedro de Macorís.

Es miembro honorario del Ateneo de Moca, de la Sociedad Renovación de Puerto Plata y presidió la Sociedad Literaria Ad-miversa y el Club de Pimentel. Desde su columna Revelaciones, publicada en diferentes periódicos de Santo Domingo durante sus tres décadas de existencia, ha promovido a los principales protagonistas de la literatura nacional, especialmente a los escritores de provincias.

Sus investigaciones han ayudado al rescate de muchos autores y obras olvidadas por la historia y la crítica literaria local. En 1979 obtuvo el premio Siboney con la novela “Goeíza”, obra dedicada a rescatar a la Ciguapa, un personaje popular de la mitología dominicana.

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